Informalismo. El Arte de la No-Belleza

En la Europa posterior a 1945 hay pocas razones para creer en el racionalismo y en la buena forma del arte. Nos encontramos pues, con una serie de artistas incapaces de reflejar belleza en sus obras tras la crisis mundial y el horror presenciado en Auschwitz como representación máxima del holocausto nazi. No en vano, afirma Valeriano Bozal, todo eso que llamamos civilización reposa sobre una montaña de cadáveres, por tanto, toda lógica y razón han quedado alejadas en el tiempo y el alma humana se ha visto en su situación más fragil y miserable.
Este irracionalismo artístico apela al arte primtivo o aquél realizado por niños y locos, alejados de toda lógica. Reivindica una ausencia total de buena forma con contornos indefinidos y formas no geométricas en que lo humano se refresenta como simple carne.
Podemos encontrar dos corrientes dentro de este Informalismo:
- Matérica. Como su nombre indica, se centra en la investigación de los materiales, ocupándose, como no podía ser de otro modo, de aquéllas consideradas estéticamente desagradables como la basura. Dentro de esta corriente encontramos al máximo representante del informalismo europeo Dubuffet junto a otros como Tàpies o Millares.
- Gestual. En este caso, muy relacionado con el expresionismo abstracto, la huida de la razón se consigue mediante el automatismo gráfico.

Tomando a Dubuffet como exponente del informalismo, podemos ver su intención de ofrecer imágenes violentas y marginales; se deshace de la composición, así como de cualquier tipo de maestría técnica, para dar protagonismo a los materiales de desecho y poner así de manifiesto la poesía inadvertida en ellos.

Jean Dubuffet, Barba de regreso incierto (1959).

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